President of Bové Montero y Asociados
Si bien el Gobierno español admite que estudia la posible implantación de un fondo de capitalización individual orientado hacia la jubilación o ‘mochila austriaca’, fuentes gubernamentales ya han indicado que “no es una prioridad” y que es necesario un debate a largo plazo. Con humildad, discrepo: sí es una prioridad toda iniciativa que contribuya a garantizar la sostenibilidad del sistema público de pensiones.
El paro en enero de 2019 creció en cerca de 84.000 personas, en comparación con los incrementos (más tenues) de casi 64.000 nuevos desempleados para el mismo mes de 2018, los más de 57.000 (cifra casi idéntica en ambos casos) en 2017 y en 2016, y los cerca de 78.000 de enero de 2015. En cuanto a la Seguridad Social, el descenso de personas afiliadas se ha acercado a las 205.000, el mayor guarismo desde 2013 en un mes de enero.
Los datos entroncan con un problema estructural que ningún gobierno ha querido, ha podido o se ha atrevido a enmendar con medidas eficaces en el largo plazo. Se trata del déficit de la Seguridad Social, que alcanzará los 18.650 millones de euros en 2019.
De forma simultánea, y mientras se modifica el método de cálculo de las pensiones -vuelta al sistema de fijación al IPC, tras el experimento fallido del índice de revalorización de las pensiones-, el llamado Fondo de Reserva o ‘hucha de las pensiones’ ha sufrido una mengua drástica: si en 2011 se aproximó a los 67.000 millones de euros, en enero de 2019 su remanente era de unos 5.000 millones de euros.
Echemos mano aquí de la ‘mochila austriaca’. Desde el año 2003, Austria cuenta con un sistema progresivo de capitalización para el trabajador que la empresa empleadora dota mes a mes. El fondo de capitalización (obligatorio e individual) se acumula para una eventual indemnización en el futuro, se puede mantener en caso de cambio de empleo y, en determinadas circunstancias, puede convertirse en un complemento de la pensión.
Los datos evidencian que el modelo austriaco tiene unos efectos incentivadores en materia de contratación: en junio de 2008 la tasa de desempleo en España era del 10,4%, frente al 3,7% en Austria; en marzo de 2013, la cifra se incrementó en España hasta el 26,9%, mientras que en el país centroeuropeo se situaba en un 5,7%; y en diciembre de 2018, España (14,3%) y Austria (4,7%). En coyunturas económicas adversas, el sistema español se tensiona en gran manera por la pérdida de cotizantes (que además, pasan a cobrar el desempleo), inconveniente que se minimiza en el país alpino.
Y otro factor comparativo: la tasa bruta de reposición (relación porcentual entre pensión inicial y último salario) es muy favorable a España, con un 78,7% (de hecho, es el primer país en el ranking de la U.E., cuya media se sitúa en un 49,9%), muy superior al cuasi 45% austriaco. Lo dicho: frente a parches e improvisaciones, prioridades.