Estamos experimentando una época de notables transformaciones, tanto en el ámbito de la fiscalidad, cada vez más intrincada y sofisticada, como en el ámbito laboral, donde emergen nuevos formatos y herramientas de trabajo. Esto nos obliga a tener que estar en un continuo proceso de aprendizaje y adquiriendo nuevas habilidades. En términos generales, las habilidades de cualquier profesional pueden dividirse en dos categorías: técnicas y blandas. Las habilidades técnicas, o hard skills, de un asesor fiscal abarcan principalmente el conocimiento de las normas, sus posibles interpretaciones, el dominio de algún idioma, etc. Y debido a los constantes cambios normativos, doctrinales y jurisprudenciales a la que nos enfrentamos, debemos seguir formándonos en capacidades técnicas durante prácticamente toda nuestra vida profesional. Las habilidades blandas, o soft skills, comprenden otro tipo de capacidades, como serían la empatía, el trabajo en equipo, la resolución de conflictos, la comunicación, la oratoria, las habilidades comerciales, etc. Analizando la vida profesional de un asesor, se podría concluir que durante sus primeros años se destina una gran parte de su tiempo en tareas técnicas y, a medida que su carrera va avanzando, se invierte menos tiempo en estas labores técnicas y se fomentan otro tipo de tareas (e.g. gestión de equipos, captación de clientes, negociación, etc.). Ergo, en los inicios se requieren más hard skills mientras que, con el transcurso de los años, se valoran más las soft skills. Esta evolución no solo es impuesta por las propias organizaciones, sino que es el propio mercado el que exige esta evolución profesional del asesor. Lo anterior nos conduce a reconocer que, en el largo plazo, el desarrollo de las soft skills es fundamental para para el correcto desarrollo y éxito profesional. Tanto es así, que incluso podría concluirse que las soft skills en el largo plazo también son hard skills, en el sentido que terminan siendo capitales para nuestra carrera.
¿Pero cómo se adquieren las soft skills?
Existe el falso mito que se nace con ciertas habilidades, pero la realidad es que la mayoría de las habilidades, tanto las técnicas como las blandas, se pueden aprender y desarrollar mediante la aplicación de cierta metodología y rutina. Por ello, es relevante comenzar a cultivar el entrenamiento de las soft skills desde una etapa temprana en la vida profesional, pues lo contrario puede derivar en situaciones de estrés y frustración laboral. Idealmente, nuestras instituciones educativas, organizaciones y asociaciones profesionales deberían incluir en su currículo cursos que fomenten el desarrollo de estas habilidades blandas. Y cuanto antes se adquieran estas habilidades, más preparado estará el asesor para afrontar nuevos retos y mayores responsabilidades. Ser conscientes de la necesidad de desarrollar las soft skills desde una etapa temprana nos ayudará a formar asesores fiscales, no solo técnicamente competentes, sino también capaces de comunicar sus conocimientos eficazmente, liderar equipos, negociar y resolver situaciones complejas y generar mayores oportunidades de negocio. En resumen, se trata de ofrecer un desarrollo a los asesores que nos ayude a adquirir un conjunto de habilidades que nos conviertan en profesionales más completos.
Este artículo ha sido escrito por Andreu Bové (Socio), es un reconocido experto en fiscalidad con amplia experiencia en el sector.
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