
Autor: Andreu Bové. Socio de Bové Montero y Asociados.
La creciente exigencia colectiva (electores, autoridades públicas y consumidores) de más y mejor información ha hecho posible un salto en aquello que hace referencia a la transparencia. Son síntomas de esta evolución los registros sobre titularidades reales, los intercambios automáticos de información financiera, los portales de transparencia en el sector público y las redes y plataformas sociales, entre otros muchos.
En el mundo de la empresa la demanda de transparencia rebasa la información estrictamente financiera e inversores, consumidores y la sociedad en su conjunto piden disponer de información transparente, comparable y precisa sobre aspectos de naturaleza cualitativa. Si a los inversores los datos no financieros les permiten entender los riesgos reales y la sostenibilidad del negocio, a los consumidores –comprometidos con el planeta– les permite mesurar y comparar el impacto de las actividades empresariales en la sociedad y el medio ambiente.
Es en este contexto en el que la Directiva sobre divulgación de información no financiera e información sobre diversidad por parte de grandes empresas y grupos establece que las organizaciones tienen que informar sobre cuestiones sociales y relativas al personal, medioambientales, el respeto a los derechos humanos y la lucha contra la corrupción y el soborno.
En el caso español, la transposición de la normativa ha obligado a determinadas empresas a publicar estos informes desde el 2018. A partir de este año 2021, lo tendrán que llevar a cabo anualmente, entre otros, los grupos o empresas que a) tengan más de 250 trabajadores y b) la cifra total de activos supere los 20 millones de euros o el importe neto de la cifra anual de negocios supere los 40 millones de euros.
Decir que los umbrales fijados por el legislador español, a la hora de determinar si una empresa tiene que elaborar o no este informe, son muy inferiores a los establecidos en otros países de la Unión Europea. Esta circunstancia implica que los empresarios españoles están obligados a invertir tiempos y recursos para elaborar (y hacer pública, a continuación) determinada información de su organización que hasta el momento era confidencial y que ahora se sitúa en el mismo nivel de consideración y relevancia que la información financiera.
No obstante, esta obligación tiene que ser vista como una oportunidad de que las organizaciones comuniquen su estrategia, política, valores y resultados en relación con los factores sociales y medioambientales, fomentando así una visión a largo plazo que contribuye a su diferenciación y creación de valor.
Uno de los aspectos preliminares y críticos en el proceso de elaboración de este informe (conocido como EINF o Estado de Información No Financiera) recae en el análisis y la identificación de los grupos de interés de la organización y las cuestiones materiales. Esto es, quién son a) los grupos de interés que ejercen o pueden ejercer una influencia significativa en la Organización y b) los grupos de interés que se ven afectados (o lo pueden ser) de forma significativa por sus acciones (empleados, consumidores y accionistas, entre otros). Una vez perfilados los grupos, es necesario detectar cuáles son los asuntos más relevantes para ellos y también para ella misma (por ejemplo: satisfacción del cliente, calidad del producto o servicio, bienestar de los empleados, utilización eficiente de los recursos y economía circular).
Efectuado este análisis, ahora sí se podrá elaborar una matriz de materialidad a fin y efecto de conocer cuáles son los asuntos más importantes para la Organización y para sus grupos de interés. Serán estas cuestiones más relevantes las que se tendrán que incluir y desarrollar en el informe de información no financiera.
Lo hemos visto, la correcta determinación de los grupos de interés y la materialidad es la piedra angular sobre la que se construirá el informe. Por eso, se recomienda establecer canales de comunicación con los grupos de interés para poder determinar y evaluar la estrategia desarrollada en torno a los asuntos materiales y los indicadores que permitirán medir los resultados de la estrategia.
Y ya que el informe tiene que hacerse cada año, la estrategia consistente de la Organización tendría que centrarse en la mejora de los resultados de las cuestiones materiales a lo largo el tiempo.
La experiencia nos dice que la elaboración del primero informe puede ser un proceso delicado: se trata de una obligación nueva que afecta a distintas áreas de la Organización y requiere varias vías para recolectar la información.
Por esta razón, el primer año puede ser clave y tiene que servir como un referente para crear la estructura del informe, establecer los canales de comunicación con los grupos de interés y definir los procesos de recolección de información que facilitará el trabajo en los ejercicios siguientes.
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